martes, 10 de noviembre de 2009

Un pelo de tonto.


Al girar la llave en la cerradura y abrir la puerta del piso después de un año, me recibió en el pasillo de entrada el cubo y la fregona. Estaban justo en la misma posición que un año antes yo mismo los había colocado después de fregar por última vez el suelo y marcharnos pitando. Y en eso momento me acordé de ti, de nosotros.

Recordé la escena de yo quitando huellas de las baldosas para que todo quedara bonito y pensando en si me olvidaba algo, aquel frenético momento 365 días antes, de los dos con las maletas saliendo del piso, tu para coger el tren a Madrid y yo el avión a Tenerife después de aquellos tres románticos días juntos...

Ya dentro de la casa, el sofá donde de rodillas te había hecho aquel mamadote hasta el final, el baño en que nos duchamos después de tanto polvo, la cocina donde calentamos crema de calabaza Knorr y pechugas de pollo o el cuarto de la tele donde vimos alguna peli me recibieron en silencio, en plan los hogares de Hiroshima después de la radiación... en plan casa de Anna Frank vacía después de la detención nazi... Pasen y vean que parece que no ha pasado el tiempo y que todo sigue igual que entonces...

Me vino todo a la cabeza ¿sabes?, mientras recorría las habitaciones una a una, me vino la nostalgia, el cariño, lo bonito de aquel fin de semana dale que te pego, entre obras de teatro, horchata y dormir abrazados... Y la cama, deja que te lo diga. La cama doble en el dormitorio de mis padres, la cama profanada, en los que tantos abrazos por la espalda te daba y tu me dabas a mi, vueltas y vueltas... En ella descubrí que todavía estaban puestas las mismas sábanas de la última noche contigo, porque en aquel entonces con las prisas no las había puesto a lavar antes de marcharnos.

Que sepas niño que la noche del pasado sábado, coincidiendo con el aniversario de nuestra estancia allí y en tu homenaje, dormí entre aquellas sábanas que hacía un año nos envolvieron respetando tu lado de la cama. La verdad olían un poco a humedad, a cerrado... pero creo que intuí tu perfume, tu olor, un poco en el pliegue de la funda de la almohada que usaste, o un poco en mi imaginación. La gracia es que cuando escarbé entre las arrugas encontré algo que hizo que el corazón me diera un vuelco: Un cabello tuyo. Sé que no era mío porque yo tengo el pelo más negro y más grueso. El tuyo es fino, marroncito y debil. Lo cogí entre los dedos y me sonreí con un poco de amargura. Pensé en que ahora follas con otro y ese otro tiene tus pelos “entre sus sábanas calientes”, como decía Olga Guillot en “Me muero, me muero”. Así que lo miré un rato entre triste y nostálgico, lo cogí como un tesoro y mientras le daba vueltas pensé en que había permanecido un año entero allí escondido, a oscuras, oculto bajo el nórdico de Ikea y la sábana amarilla. Había algo emocionante en esa evidencia arqueológica de lo nuestro, una prueba tangible de que una vez me tuviste cariño y dormiste conmigo. Seré imbécil, pero era bonito que ese pelo hubiera permanecido allí durante los últimos meses, mientras nos seguíamos viendo, mientras me dejabas y mientras se rompía todo.

De pronto se me ocurrió envolverlo en un papel y al rato salí de casa rumbo a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, buscando el puentecito y esa especie de riachuelo que hay por ahí, con la intención de tirarlo, de liberarme de él en plan ceremonia profunda de autoayuda. Pensé que sería bonito el momento de soltarlo, ver como caía en el agua y después de su larga historia contemplarlo hundirse ante mis ojos. Un rollo liberación metafórica, ¿entiendes?.

Pues aquí tienes la foto para que veas el momento. He de confesar que la falseé (¿se escribe así?) un poco. Cuando desenvolví el pañuelo y buscaba el pelo en medio del frío y las oscuridad se me fue volando y ni siquiera ví donde cayó. Nunca había intentando buscar un pelo dentro de un trozo de cleenex una noche ventosa. Pero realmente aunque la imagen refleje una escenificación, lo que es verdad es que aquel pelo cayó en el agua, o en el barro o en la tierra y ahí sigue y permanece ahora...

Solo quería que lo supieras: que en algún lado de Valencia tienes un pelo perdido, integrado con el cosmos, la naturaleza, el universo y todo eso. Un pelo que alguna vez debí acariciar entre los dedos y que ahora acarician las hormigas, el viento y la puta Madre Tierra. Un pelo tuyo que ahora si definitivamente no podré recuperar jamás.

Mira que eres tonto.

3 comentarios:

  1. Creo recordar que un pelo saca a otro pelo. Y no hay pocos pelos en el mundo entre los que elegir. A ti te va uno fuerte, firme y sedoso. Que te aguante cuando te agarres fuerte si acaso vas a caer. De momento te dejo el mío que igual te sirve de felpudo, y aunque no esté muy acolchado te deja que le pellizques la mano y le des abrazotes. Muak guapo!!

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  2. Tanto tiempo criticándome... y al final no has podido resistir la tentación de vivir de cara a la galería... de levantarte cada mañana pensando en la ropa que te vas a poner para que te llamen guapo, "maquillando" la realidad para hacer fotos de cosas que no pasan...
    Todavía no me queda claro ¿Quíen es esa gente? ¿Por qué la diferencia entre lo que odiamos y lo que nos gusta es más difícil que encontrar un pelo ajeno en un pañuelo de papel?
    Ayyy...
    Por cierto tu segunda entrada se debería llamar "Gira mundo Gira"

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  3. Y se unió al mundo de los blogs... :)

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